El
humor en Psicoterapia
Psicoanalítica
Lic. María Elena De Filpo Beascoechea
Les presento un pequeño artículo sobre el
humor como recurso terapéutico. Es breve ya que mi objetivo es convocar al tema
y no realizar un trabajo monográfico o clínico con más detalles…pero me parece
interesante comenzar a relatar nuestras experiencias con relación al uso del
humor con nuestros pacientes. Si bien el caso que presento fue de buen
resultado, hay otros pacientes con los que no fue posible llevar adelante una
psicoterapia psicoanalítica con humor en juego.
Freud decía en su artículo de 1927 sobre
El Humor que centrándonos en el proceso del humorista “la esencia del humor
consiste en que uno se ahorra los afectos que la respectiva situación hubiese
provocado normalmente, eludiendo mediante un chiste la posibilidad de semejante
despliegue emocional”
Habla de la necesidad, para que se de, de
una coincidencia o copia del proceso que ocurre en la mente del oyente respecto
del proceso que ocurre en la del humorista, por ello se centra en lo que sucede
en la mente de éste, ya que la mente del oyente
será su copia.
Características del Humor
Freud diferencia el chiste y lo cómico,
del humor.
De ellos muestra que son formas de
obtener placer liberante. Pero dice que el humor tiene algo más: “algo grandioso
y exaltante” que se refiere a la grandiosidad como triunfo narcisista ya que
confirma la invulnerabilidad del Yo.
El Yo se muestra dedicado a alejarse del
sufrimiento causado por los traumas de la realidad y orientado sólo a motivos
de placer, rasgo esencial del humor para Freud Define al humor como rebelde, no
resignado, ya que “no sólo significa el triunfo del yo sino también del
principio de placer que en el humor logra triunfar sobre la adversidad de las
circunstancias reales”
Pero si el humor es una forma del aparato
psíquico de rehuir el sufrimiento, igual que tantos otros que identificamos
como patológicos (embriaguez, ensimismamiento, locura) o como el chiste cómico,
que sólo está al servicio del placer o de la agresión, por qué la actitud
humorística mantiene el estatus de salud mental? En qué consiste esta actitud
que permite rechazar el sufrimiento, afirmar la superabilidad del yo ante el
mundo real, que posibilita el triunfo del principio de placer y todo ello sin
abandonar el terreno de la salud mental?
Si bien hablando del chiste en su
artículo de 1905: “El chiste y su relación con Lo Inconsciente”, se refería en
términos económicos, (estamos en la primera tópica freudiana) ahora al abordar
el Humor, (2ª tópica) se amplía al aspecto dinámico nombrando el desplazamiento
del centro de interés del Yo al Superyó, al hacer referencia a aquellos que
dirigen su actitud humorística hacia su propia persona. El objetivo de esta
entrada del superyó, es demostrar que así como un adulto minimizaría el peligro
que pueda estar sintiendo un niño y sonreiría frente a ello, la actitud
humorista pone a la persona que la ejerce en ese papel, tanto cuando mantiene
dicha actitud frente a otra persona como si lo hace frente a sí mismo, y el yo
aparecería insignificante en sus sufrimientos frente a un superyó capaz de
contenerlo.
Entonces, hay un saldo subjetivo donde
podríamos decir que el yo oficial resulta destronado y patético, ya que el
humor denuncia sus fallos, sus defectos, aquello que disfraza a partir de una
ilusión, pero a la vez, al decir de
Freud, se mantiene una “dignidad”, cosa que falta en la burla al servicio de la
denigración narcisista.
Freud, en su artículo de 1927, confirma
el origen parental del Superyó al atribuirle esa función de consolar al yo del
sufrimiento, con el humor.
Para Freud El chiste resulta de
una contribución a lo cómico ofrecida por el inconsciente, y el humor sería una
contribución a lo cómico mediada por el Superyó.
En el chiste se alcanza, como en lo
cómico, un grado de intensidad mayor que en el placer humorístico, pero Freud
le da más importancia a este último, en cuanto a que significa un rechazo de la
realidad, pero sobre todo con el valor de la intensión al servicio de una
ilusión, lo que vale es la intención, no tanto el contenido en sí mismo.
Permite cambiar el modo de afrontar la realidad sin dejar de mirarla, es un
modo no resignado, rebelde.
Deberíamos distinguir el Humor como
estado de ánimo, del humor como creación simbólica de carácter sorpresivo
que incorpora un nuevo sentido, abre, amplía, allí donde la angustia impide
enunciar seriamente o explicativamente algo que puede ser dicho o escuchado
gracias a este giro que el humor posibilita.
También existe diferencia entre lo cómico
y el humor.
En lo cómico encontramos la universalidad
y en el humor lo particular y diferente.
Lo cómico lo es más, cuánto más cerca esté del significado, podríamos decir
que es literal (la caída brusca, la bofetada del payaso, el tirarse una
tarta a la cara). Está más en el registro de la imagen, pudiendo
prescindir del lenguaje. En cambio, el humor depende más del lenguaje y está
ligado a lo particular y diferente. Por eso decimos que para entender el
sentido del humor de alguien hay que estar en la misma frecuencia, o en la
misma onda. Quizás no nos produzca una descarga inmediata de risa y carcajada,
sino que nos despierte una sonrisa, pero el placer estará en la verdad que
puede ser dicha gracias a una maniobra que cuestiona algo establecido, por
ejemplo, el discurso oficial del yo.
Freud señala otra diferencia tópica entre
el humor y lo cómico.
Lo cómico, dice, es dual, se maneja en el plano narcisista del yo
con la imagen donde ésta es de alguna manera deformada, transgredida, nos
reímos del descalabro de esa imagen como pasa en los dibujos animados, los
gags, etc.
En cambio, en el humor manejamos
un código que trasciendo al que encarna el humorismo, que actúa como tercero, se
pone en juego lo simbólico y de allí que no sea ya dual sino
terciario, están en juego, el humorista, el receptor y el código
humorístico que comparten que permite la creación de algo nuevo en aquello que
se dice y abre un espacio para poder decir lo indecible.
Entonces, el chiste podríamos ubicarlo
como una técnica o efecto del acto humorístico, pero lo diferenciamos porque en
el chiste podemos encontrar un uso en beneficio de la burla, la agresión, el
desprecio, mientras que el humor tiene un efecto de intensión de
permitir vivir una “verdad” que sería dura de sobrellevar logrando una actitud
alegre al enfrentarse a ella. A diferencia de la vida cotidiana en que
solemos utilizar el chiste para decir una verdad que no nos animamos y luego no
podemos asumir y lo desmentimos diciendo Lo dije en chiste!
Podríamos decir que es esta una actitud
maníaca?
¿Cómo diferenciar cuándo estamos
contribuyendo a la negación del paciente? ¿cómo darnos cuenta si estamos
entrando en un terreno maníaco, terreno al que puede llevarnos el paciente, o
bien, nuestros propios miedos de enfrentar una verdad dolorosa? Esta es una
pregunta que deberíamos hacernos cada vez que el recurso humorístico entre en
juego.
Pero ¿podríamos pensar (a la manera del
inconsciente originario de Hugo Bleichmar, Avances en Psicoterapia
Psicoanalítica,1997) que no siempre se utiliza el humor como acceso a una “verdad”
negada o reprimida, sino que podemos utilizarlo como recurso para inscribir un
nuevo sentido, algo que no existía, algo no inscripto en el inconsciente aún, y
que, a partir del humor como recurso terapéutico, se instala y además accede a
la consciencia?
Se instala porque se vivencia en el
vínculo y se accede a la consciencia porque se enuncia a través del lenguaje
humorístico?
Es decir que no sólo estamos en la dimensión de la verdad como contenido reprimido sino también de aquello que no ha
existido y es creado.
Por un lado, el chiste existe gracias a
que existe la represión, la desmentida, donde el placer se da cuando se puede
transgredir el discurso del yo oficial que nos dice lo que es racionalmente
aceptable, y en este caso el placer del chiste estaría en la transgresión de
dicho discurso. Pero también el efecto de la intensión humorística puede darse
allí donde no hay experiencia ninguna, allí donde algo no ha existido y se
instala a partir del humor, algo es creado a partir del discurso humorístico.
Algo nuevo se abre en nuestro modo de vincularnos, de experienciar una relación,
tanto con otros como con nosotros mismos.
Si nos basamos en el lenguaje, abre una
puerta a decirnos lo indecible o lo no dicho nunca. Si nos referimos a lo
vivencial, el self puede experimentar un nuevo modo de estar en relación en
momentos de alta intensidad emocional, con una tendencia a la buena aceptación
de lo que acontece, una predisposición a simbolizar lo que ocurre, como
antesala de la palabra.
El uso del humor es siempre oportuno? Qué
relación tiene con la ética?
La ética en psicoanálisis y El Humor como técnica terapéutica
Me pregunto ¿en qué casos el humor puede
contribuir terapéuticamente en el tratamiento?
¿En qué tipo de pacientes? ¿En qué
momento del tratamiento o de la sesión? ¿Cuál es la relación del humor en
Psicoterapia psicoanalítica y la ética?
Podemos hablar del humor desde el punto
de vista teórico, así como de una técnica en el trabajo clínico, donde el valor
de una ética es muy importante de señalar, porque no hablamos de una burla ni
de una risotada, sino de un recurso que permite hablar y poner palabras ante lo
que se presenta como imposible de ser dicho, escuchado o vivenciado (por lo
angustiante o insoportable), ayudado por la ganancia de placer momentánea que
proporciona y por la intensión de triunfo ante la dolorosa realidad.
Al remarcar la relación del uso del humor como técnica
terapéutica o forma de intervención, me refiero a su relación con la ética en
psicoanálisis. No podemos tomar este recurso como algo generalizado, aplicable
a todos los pacientes por igual, en cualquier momento del tratamiento y para
cualquier cuadro psicológico. Eso sería no tener en cuenta la particularidad de
cada caso.
Viñeta
clínica
José
no ha tenido una madre ni un padre empáticos que ejercieran la función parental
de narcisización necesaria para que su autoestima fuera suficientemente buena
para su salud mental. No habían podido entender su nerviosismo de pequeño por
haber sido motivo de burla en su barrio, y lo decodificaban como “niño
difícil”.
José
no podía soportar los chistes sobre su persona, ni tampoco el referirse con
humor a algo que para él era insoportable de ser escuchado. Como por ejemplo de
parte de sus compañeros de trabajo o de sus amigos o esposa.
El
enfado con su imagen desvalorizada se ponía de manifiesto en una actitud
rabiosa y quejosa sobre aquellos que envidiaba por ser guapos.
Sobrecalificado
desde pequeño y no habiéndose sentido nunca “su majestad el bebé” como diría
Freud, había un gran déficit narcisista. Existía una alta vulnerabilidad en
este sistema de su psiquismo, (sistema narcisista) y debía ser muy cuidadosa al
abordar todo aquello que pudiera alterar o desbalancear este sistema a la vez
que, en el momento adecuado, debería ser motivo de análisis, para no consolidar su alta vulnerabilidad.
Tomé
la primera etapa del tratamiento para establecer un vínculo de confianza y
tranquilidad que le permitiera tener una experiencia en este sentido, que no
había vivido en su casa, donde las experiencias eran de intranquilidad con una
madre ansiosa, un padre quejoso y rabioso y él sintiéndose un niño difícil, sin
entender nada de lo que le sucedía. No sabía de sus miedos, ni de su enfado, ni
de su sentimiento de impotencia, no teniendo experiencia alguna en haberse
sentido admirado o ser el niño del que su padres estuviesen orgullosos en algún
aspecto.
Una
vez transcurrida la primera etapa, el vínculo terapéutico vivido como seguro
pero no del todo seguro (como diría Bromberg) o de reafirmación de sus sentimientos
y su realidad psíquica, pudo comenzar un ciclo en el que descubrimos y
disfrutamos de un aspecto de su personalidad no demasiado desarrollada ni
demasiado valorizada por él, que era su sentido del humor.
Pude
conocer a lo largo de ese tiempo su código humorístico casi siempre en temas
políticos, sociales y por tanto aproveché ese conocimiento para comenzar a
operar terapéuticamente utilizando el humor, tanto como interpretación como
recurso para instalar algo nuevo, no inscripto en su psiquismo hasta ese
momento.
José
era muy buen deportista, y tomamos como modelo de su capacidad, a una persona con
la cual, él se comparaba en sus aspectos rechazados, pero que, al mismo tiempo,
admiraba profundamente por sus éxitos deportivos. Traíamos ese personaje cada vez que teníamos que hablar
de aquello que le angustiaba de él, pero de lo cual, no era capaz de hablar ni
de enterarse.
Pudimos
instalar un modo de relación con el personaje, cálida y confiable, con
admiración y respeto, cosa que él no había vivido sobre sí mismo. Esta alusión
al personaje era siempre en sentido humorístico y causaba en él y en mí una
sonrisa cómplice que predisponía a José a hablar de sentimientos escondidos así
como a conocer nuevas formas de verse a él mismo, en relación con otros así
como consigo mismo. Pudo ver que él no era sólo algunos rasgos que desde él
eran humillantes, sino que era una persona con rasgos, algunos mejores que
otros. El humor nos sirvió para abrir nuevas perspectivas de experiencia de su
self, nuevas formas de mirarse, nuevos modos de vincularse consigo y con otros,
y de aceptar sus limitaciones sin enfadarse con el mundo. Básicamente cambió su
predisposición de un ánimo pesimista y negativo a un ánimo más dispuesto a
poder recibir con una sonrisa aspectos antes rechazados.
Todo
esto sin caer en la burla ni la risa fácil, manteniendo la consciencia de todo
cuanto se afrontaba, no era una actitud maníaca, sino que nos permitió llegar a
conocerse y dejar nacer un José que se quería más y se trataba mejor.
Lic.
María Elena (Mariela) De Filpo Beascoechea
marieladfb@gmail.com
Col
M-18413
María
Elena De Filpo Beascoechea es “Licenciada en Psicología” por la Universidad de
Buenos Aires, Argentina y por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Psicoanalista,
Docente y Supervisora Clínica.
“Especialista Universitaria en Clínica y Psicoterapia
Psicoanalítica” por Elipsis, Universidad Pontificia Comillas, España. “Especialista Universitaria en Clínica y
Psicoterapia Psicoanalítica: el niño/a y su familia”, por Elipsis, Universidad
Pontificia Comillas, España.
Especialista en psicodrama Psicoanalítica, Universidad de Bs. As.
Argentina. Corresponsal en Madrid de la Revista ConViviendo Grupo ConVivir,
Miembro de la Junta Directiva de Sociedad Fórum de Psicoterapia Psicoanalítica,
Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Aperturas Psicoanalíticas,
Co-organizadora de las Sesiones Clínicas de Forum.
Bibliografía
S. Freud. El humor, 1927. Obras Completas.
(CLV) Biblioteca Nueva. Luis López Ballesteros, 1973. Madrid
2010. La relación terapeuta-paciente desde el enfoque Modular-Transformacional de psicoterapia psicoanalítica, APRA revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina, año III, 1. www.revistadeapra.org
2010. La relación terapeuta-paciente desde el enfoque Modular-Transformacional de psicoterapia psicoanalítica, APRA revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina, año III, 1. www.revistadeapra.org